
Existió en la antigüedad toda una actitud, unas técnicas, una disposición para significar el lenguaje repartido por las divinidades en el mundo. A través de signos se adivinaba y lo que se adivinaba no era otra cosa que lo divino. Los dioses hablaban a través de la naturaleza, de las cosas, de los hombres. La comprensión de ese saber divino suponía la divinatio; conocimiento que adivinaba, al azar, signos absolutos y más antiguos, la inserción en el conocimiento del espacio enigmático, abierto y sagrado de los signos. Le corresponde a un análisis y al arte combinatoria el hacer aparecer lo divino y hacerlo claro, ligarlo y distinguirlo.