miércoles, 19 de diciembre de 2007

Servicio de tutorías pagas

Hace tiempo que no escribo, es una mala costumbre. Estoy trabajando en algo que me ocupa bastante tiempo, más mezquino, con poco valor monetario, pero aún más devaluado intelectual y socialmente: la docencia. Pero no cualquier tipo de docencia, sino la de profesor particular. Debo confesar que es un trabajo imposible, de una intensidad de aparente sin sentido más que el acopio de datos, reducidos hasta la infinitesimal síntesis explicativa, que haga posible algún tipo de aprendizaje que sirva para la aprobación. No caben las preguntas existenciales, ni otros sentidos más elevados, mucho menos uno puede aspirar a plantearse objetivos que no tengan que ver con la materia que se enseña, aunque valoro la instrucción de estrategias para sobrevivir, a los padres perseguidores, a la Iglesia, a los docentes e instituciones en general. Esto, dado el caso, es muchísimo. Para mi es gratificante en la medida que me obsesiona combatir el espíritu de la pesadez. Quizás aparentemente este testimonio es menos valioso porque nunca estuve frente a un grupo y puede ser, sin embargo, profundicé con cada uno sus problemáticas, personales y con la historia; experiencia que tienen los docentes a cargo de un curso solo en excepciones.