viernes, 15 de enero de 2021

Imperialismo

La pandemia del COVID 19 parece un gran acelerador, precipitador, de los conflictos internos de las naciones y también de las contradicciones globales, que se gestaron tras la alianza entre China y los Estados Unidos, para expandir el capitalismo en los rincones más remotos del mundo. Como advertía Paul Virilio en “Velocidad y Política”, la velocidad tiene como correlato político, un incremento de la violencia. Ya lo notamos en las políticas de los Estados destinadas a administrar la pandemia que han resultado ser a costa de las libertades de la ciudadanía. Bajo esa aceleración, y la agudización de las desigualdades regionales, la gestión de la pandemia,expone a las sociedades, sobre todo las más frágiles, a los peligros que engendran nuevas formas de guerras civiles o rebeliones. La escala global de la catástrofe- efecto de la globalización de nuestros problemas como humanidad-, ha sido la consecuencia de la explotación de zonas naturales y campos de la sociedad hasta ahora no intervenidas o exploradas. Evocando situaciones de “emergencia”, la movilización general de recursos naturales y de la población por regímenes pseudo autoritarios en las periferias, montados para satisfacer las demandas de los países ricos que disfrutan del consumo de esa producción, libertades políticas y sistemas democráticos estables, ha establecido un sistema global de frágiles equilibrios, que ha comenzado a manifestar efectos impredecibles. La ciencia y tecnologías de la información, al servicio de la política y la construcción de mentiras performativas, ha contribuido a desencadenar procesos que somos incapaces de prever, así como a disolver los contornos entre la ficción y la realidad. Los gobiernos fabrican eventos que imitan al acontecimiento histórico. Que puedan pasar por hechos históricos se debe a que son reproducidos al igual que esos otros a través de los medios de comunicación. Cuando se revela su naturaleza, como en el caso del asalto al Capitolio en los Estados Unidos, se expone lo que son: golpes de variada índole. Los golpes a las instituciones del siglo XX, sobre todo los fascistas, han tenido una escenificación y una propaganda elaborada, como la marcha sobre Roma de 1922, el Putsch de Hitler de 1923, el atentado a la embajada alemana en Francia y La Noche de los Cristales Rotos. Este nuevo estatuto de la mentira, que según Simona Forti es un descubrimiento de los totalitarismos del siglo XX, sienta las bases para movimientos que hacen peligrar la consistencia misma de lo que entendemos por realidad, y por lo tanto, al mundo. Finalmente, Europa, América del Norte y demás países desarrollados, están contribuyendo a que, por un lado, Latinoamérica, parte de Asia y África, estén siendo el escenario de experimentación de investigaciones sobre vacunas, a la vez que son relegados en las facilidades para la adquisición de las mismas. Argentina tiene el mayor número de voluntarios de la vacuna Pfizer cuando no ha logrado cerrar un contrato con la farmacéutica. Mientras, Canadá, posee nueve veces las dosis necesarias para su población. Por otro lado, las poblaciones del Tercer Mundo, carecen de protecciones contra la intromisión en sus datos por parte de las corporaciones que dirigen las redes sociales, servicios de mails, plataformas, etc. En estas regiones, asimismo, la ofensiva por la explotación de sus recursos naturales es feroz. Las grandes potencias luchan en la región, movilizando a sus grupos aliados y propiciando verdaderas guerras de poder. Esto es evidente en los intentos de control de la producción energética, pero sobre todo de materias primas, que impacta en la industria alimenticia. Basta ver las manifestaciones de productores agropecuarios de Argentina como en la India, por medidas que suponen el ingreso de corporaciones al mercado de la producción agrícola, ya sea a través de la liberalización o la mayor intervención del Estado que realiza acuerdos con sus nuevas metrópolis. Si algo se aprendió del período de entreguerras fue que, la movilización total para administrar masas poblacionales y recursos, en contextos de extrema desigualdad, engendra contradicciones y una violencia, que cuando la crisis se agudiza, busca ser canalizada. La liberación de toda esa represión, de no establecerse controles para evitar la caída, puede ser organizada por el fascismo. Pero vencer al fascismo, o impedir que llegue a tener los recursos del Estado, no garantiza que todo ese impulso reactivo no estalle en un caos social. Las naciones desarrolladas occidentales deberían no incurrir en los mismos errores que llevaron en el pasado a una tragedia que tuvo a las colonias de laboratorios. La principal causa de la mayor catástrofe de la historia de la humanidad fue el Imperialismo.

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