sábado, 29 de agosto de 2009

El trágico destino de los Villanos: el caso de Cornelio Saavedra, 1759-1829.

Parece justo que, en un momento en el que se desempolva a los héroes, y se inventan otros tantos, en los que se busca la esencia de un supuesto ser argentino, ante tanta metafísica historicista, confesemos nuestra vocación por olvidarnos de los contrahechos, definidos como tales por la sublimidad de los genes heroicos de las gestas patrias. Hemos manifestado en alguna otra ocasión nuestro interés por los personajes históricos excluidos del supuesto origen de nuestra identidad, por ser juzgados por ejercer una maldad miserable, ruin y ridículamente ilegítima. Se trata de inventar otros orígenes, unos menos serios y elevados, dijimos, los de la villanería.
En esta ocasión nos ensañaremos con un polémico personaje, Judas Tadeo Cornelio Saavedra, que como diría un lacaniano, fue condenado a un destino histórico desde su nacimiento por el nombre que sus padres le asignaron. Judas no pudo escapar a ese designio, el de ser el traidor de la Revolución de Mayo y considerado como responsable de la muerte de uno de los mártires de nuestra historia: Mariano Moreno.
Es un lugar común afirmar que nuestro poco deseado personaje histórico ya se habría resentido con la vida desde joven, al verse impedido de terminar sus estudios de filosofía en el Real Colegio de San Carlos para dedicarse a tareas rurales en la estancia familiar. Justamente, el historiador de las mentalidades, Andrés de la Poca Monta, afirmaría que ese momento traumático de la vida proyectada por Saavedra sería recordado sintomáticamente en la figura de Mariano Moreno, quien habría egresado de la Universidad de Chuquisaca, formado además en las ideas de la ilustración. Cada vez que Saavedra leía el prólogo de Moreno al Contrato Social de Rousseau, que incluía frases como: “Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas”; cada vez, decíamos, que repasaba aquellas palabras, Saavedra se lo tomaba a lo personal y recordaba en el odio a Moreno aquella deuda con su pasado, en contraposición con su papá ( y el rey) a quien hubiera querido matar y su mamá a la que seguramente amaba. Ciertamente para nuestro maltratado personaje, las antiguas ideas pesaban a través del legado familiar del que no pudo desprenderse. Y la endogamia - afirma de la Poca Monta- hace de las suyas. Como si fuera poco haber tenido que abandonar sus estudios, Saavedra se tuvo que casar con su prima hermana, hecho por el cual fue degradado por las crónicas de los historiadores sociales, como Esther Gómez Oriunda, quien argumentaba en su libro Combates por la higiene de la historia familiar “además de traidor, incestuoso ¡qué barbaridad!”
Otro factor determinante para volverse un ser mediocre para la historia es quedar atrapado en la carrera burocrática de la corona. Y el pobre joven Saavedra, quien admiraba la reflexión metódica, que hubiera querido dedicarse al ejercicio contemplativo, a problematizar las posibilidades y límites de la existencia y modos de ser, terminó haciendo su carrera en la función pública como regidor y, para su desgracia, fue bastante hábil parece, ya que fue nombrado procurador y en 1801, alcalde de primer voto.
Faltaba que mostrara vocación por una técnica más para que terminara de sellar su destino, la militar. Fiel a su mandato desgraciado fue durante las Invasiones Inglesas el momento en que Saavedra decide hacer su carrera militar y olvidarse por completo de la filosofía. Reinventando su vocación primera, dice en sus memorias: “fundamentalmente el riesgo que amenazaba nuestras vidas y propiedades, y la honrosa distinción que habían hecho los hijos de Buenos Aires prefiriéndome a otros muchos paisanos suyos para jefe y comandante, me hicieron entrar en la carrera militar. ¡Además el uniforme me quedaba de lindo!"
Desde 1808 participó en las reuniones de la jabonería de Vieytes, pero este negocio resultó no ser prospero en los mercados europeos (por aquella época no era fácil imponer hábitos de consumo) así que se pusieron a debatir política. Ya desde aquél entonces su moderación y prudencia era juzgada como excesiva por sus compañeros. En aquellas Tertulias, dice en sus memorias Rodríguez Peña, nunca iba al baño y nos pedía permiso para comer algún bocadillo, se mantenía como ausente y cuando hacíamos un chiste se reía diez minutos después, parecía entretenerse en su ostracismo contemplativo o era medio nabo, no se. En la actualidad el carácter de Saavedra no ha sido problematizado como objeto de estudio, salvo en algunos trabajos de la historiadora de la grafología y astrología heroica, Esther Gómez Oriunda, quien afirma que estos rasgos son muy comunes en los personajes nacidos bajo el signo de virgo, como el señor Saavedra, y esto se puede comprobar ya que la existencia de personalidades prudentes, detallistas y conservadoras se verifican en otros virginianos como Carlos Valderrama, Claudia Schiffer, Raquel Welch, Gloria Estefan, Richard Gere, Salma Hayek y Hegel. Además, la luna en capricornio, condicionarían entonces su claro apoyo a figuras fuertes como Liniers y su perfil mesurado ante toda iniciativa más radical.
Otro de los rasgos de Saavedra que fueron cuestionados fue su falsa modestia. Cuando fue nombrado Comandante del regimiento de patricios no quería aceptar tal honor. Algo similar ocurrió con motivo de su nombramiento como presidente de la Primera Junta. Se lee en sus memorias: “Con las más repetidas instancias, solicité al tiempo del recibimiento se me excuse de aquel nuevo empleo, no sólo por falta de experiencia y de luces para desempeñarlo, sino también porque habiendo dado tan públicamente la cara en la revolución de aquellos días no quería se creyese había tenido particular interés en adquirir empleos y honores por aquel medio. A pesar de mis reclamos no se hizo lugar a mi separación” Saavedra reconocía allí que se tenía poca fe y todavía no se comprende cómo consiguió el trabajo. El 5 de Diciembre de 1810 se realizó una fiesta en el regimiento de Patricios. Uno de los asistentes que había tomado algunas copas de más, el capitán Atanasio Duarte, balanceándose en un tablón, levantó su copa y propuso un brindis "por el primer Rey y Emperador de América, Don Cornelio Saavedra" y le ofreció una corona de azúcar que adornaba una torta de doña Saturnina, la esposa de Saavedra. Al enterarse del episodio, Moreno afiló la doctrina revolucionaria jacobina y decretó el destierro de Atanasio Duarte diciendo que " ningún habitante de Buenos Aires ni borrachín ni dormido debe tener expresiones contra la libertad ", a pesar de que no había independencia alguna y que Saavedra se mostraba claramente defensor de la Corona. Moreno, poseído por el espíritu de Robespierre, prohíbe todo brindis o aclamación pública a favor de cualquier funcionario y suprime todos los honores especiales de los que gozaban los miembros de la junta. Duarte se exilia al son de “Por lo menos yo cada tanto me agarro una mamúa y la paso bien”, pero la pelea entre Moreno y Saavedra, corona de mazapán y título universitario de por medio, estaba desatada. La legitimidad de Saavedra por aquél entonces llevo a Moreno a renunciar y después lo mataron misteriosamente. Así, a pesar de sus dichos, los cargos y honores que Saavedra habría recibido quedaron intactos… unos meses.
El 5 y 6 de abril los saavedristas Joaquín Campana y Tomás Grigera movilizaron a los sectores suburbanos contra el sector morenista de la Junta, para crear un ejecutivo fuerte en manos de Saavedra. Parece ser que este señor, genuinamente no quería ocupar los cargos que se le ofrecían, pero “era del tipo que no puede decir que no”, comentaba Vieytes. Las memorias de Saavedra están plagadas de súplicas por no tener que hacerse cargo de aquél quilombo, en esta oportunidad, dice Saavedra “Pedí, supliqué y renuncié todos mis cargos, incluso el grado de Brigadier" Pero así pasa en la tragedia, no hay nada que los héroes, ni los villanos, puedan hacer para truncar el hado. Así que haciéndose cargo de su misión histórica, marchó al destierro a Vieytes, Rodríguez Peña, Larrea y Azcuénaga por haberle llamado nabo y santurrón. Y a French y a Berutti los confinó por hacer propaganda opositora y comercio ilícito en asambleas, asonadas y movilizaciones populares. Ese pequeño tiempo de venganza, en la que pese a su resistencia, quiso aceptar su destino de enemigo del pueblo y construir algo sin la sombra de Moreno, duró lo que canta un gallo. Además, Moreno habría sido eternizado a través de la sociedad patriótica, y tras él, la verdadera sombra era la de un hombre que no estaba destinado a ejercer el poder, sino a ser un Judas. No pudo seguir su voluntad de renunciar a la carrera político militar y de volverse uno de los villanos de la historia, y en cuanto marchó al norte a remediar las tretas de Belgrano, se le ordenó entregar las tropas a Don Juan Martín de Pueyrredón. El sector morenista recuperaba el control de la situación y creaba un nuevo poder ejecutivo: el Triunvirato.
Y es que un Salieri no es nadie sin su Mozart, por cuanto, allí se termina toda referencia importante a Saavedra en los libros; cuando en realidad no termina allí más que su tradición de Judas.
Concedámosle que su silencio e histeria con el poder lo volvían encantador. Los patricios se sublevaron en defensa de su antiguo jefe, pero subestimaron al triunvirato y a la lógica de la guerra, once sargentos, cabos y soldados fueron fusilados a las ocho de la mañana del 10 de diciembre de 1811 y sus cuerpos colgados en la Plaza de la Victoria "para la expectación y placer público". Este fue el fin de sus seguidores, junto con la profesionalización del ejército a cargo de San Martín y Alvear, y la logia secreta lautaro.
Sin la carrera político militar, habiendo cumplido su destino trágico ¿Cuál sería el rumbo de Saavedra?
Se intentó confinarlo en San Juan pero cruzó la cordillera de los Andes y arribó a Chile. Nadie lo quería, ni los realistas ni los rioplatenses ni los del interior, así que empezó su caótico y accidentado exilio, casi tan caótico y accidentado como el origen mismo del proceso de definición del estado y la nación argentina
En 1818 el Congreso Constituyente puso término a las causas en su contra y el director Pueyrredón dictó un decreto confiriéndole el empleo de brigadier general de los ejércitos de la Nación, desde allí retomó su carrera militar bajo el gobierno de Martín Rodríguez, hasta 1922 que se le otorgó el retiro. A pesar de su insistencia histórica por no aceptar cargos, él mismo se ofreció a prestar sus servicios para la guerra con el Brasil. El gobierno le agradeció, pero le dijeron que estaba viejo. A pesar de que esta etapa de su vida y su carrera haya sido silenciada, tras su muerte, Juan José Viamonte, trasladó los restos de Saavedra a la Recoleta y le brindó un homenaje. En el decreto decía: "El primer comandante de Patricios, el primer presidente de un gobierno patrio, pudo sólo quedar olvidado en su fallecimiento por las circunstancias calamitosas en que el país se hallaba; pero después que ellas han terminado, sería una ingratitud negar al ciudadano tan eminente el tributo de honor debido a su mérito y a una vida ilustrada con tantas virtudes que supo consagrar entera al servicio de la patria." Sin embargo, las situaciones calamitosas no terminaron, la gratitud pareciera cuestionable en su historia, su patriotismo puesto en duda y descontextualizado, y en fin, este ambiguo personaje, entre héroe y villano de las placas, esas que no dicen demasiado del pasado más que como piezas de museo, no podrá ser recordado más que a la sombra del jacobinismo ilustrado. Y es que la herencia hispánica y sus razones de momento, presentes también en otros personajes, era necesario dejarlas en el olvido de los considerados orígenes de la argentinidad, unos que parecieran ser más disparatados y ambiguos de lo que se presupone.

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