martes, 9 de marzo de 2010

EL IMAGINARIUS DEL DR. PARNASSUS


Terry Gilliam va rodeando con su cámara algunos temas que se reiteran en sus películas. Una de ellas es la marginación social y el poder de la imaginación para denegar una parte de la realidad. El sujeto de sus películas, el desterritorializado por excelencia, el vagabundo. Quien relata en esta historia sus encuentros con el diablo (Tom Waits), la bebida y la magia, y todos sus costos. La estética: una mezcla de surrealismo en el que aparece mezclada y dispersa toda la historia del arte. Esta película aparece así como un colagge de renacentismo y surrealismo, al estilo Dalí. Angeles descorriendo cortinados de un teatro moderno, arquitectura decorada con confites y otros dulces, criaturas extrañas, desiertos infinitos en el que el inconsciente hace de las suyas. Enfrente, del otro lado, en adyacencia a ello, la realidad que no se soporta, un territorio en el cual las miserias no aparecen como problemas, sino invisibilizadas. Solo en el imaginario, las cosas de los hombres que el mundo disimula o disuelve, asumen la forma de dilemas, según los cuales, la elección tendrá siempre una consecuencia.Aunque reconozco que por momentos parece que estas decisiones son un poco absolutas, a todo o nada, al mejor estilo de las apuestas. La vida transcurre así ante la constante presión de las decisiones, elecciones, que siempre implicarán un beneficio pero también que algo se pierda. Los caminos fáciles o no elegir son los peores. Pero el sujeto se ve desplomado cuando sin fuerzas debe seguir eligiendo una y otra vez.La vida es agotadora e intensa. No obstante, es la única forma de estar vivos y ser destruídos por la historia. Otra disquisión ¿ Sobrevive la historia a nuestra face de la modernidad? Pueden seguir narrándose las historias. Puede un vagabundo dar su testimonio sobre su universo interno y acerca de lo que el mundo puede llegar a conocer a través de la imaginación que se desprende de su vida, y a la vez ser escuchado. Es la apuesta del diablo (Tom Waits), no hay más historia, ni narración, la inmortalidad tiene un precio demasiado costoso para los hombres comunes que defienden sus pequeñas vidas. Inmortalizarse requiere un acto de heroismo que sea visto y narrado por otros ¿ Es eso posible en nuestro tiempo? Los ritmos por momentos son confusos, críticos o muy largos y tediosos. Los diálogos son complicados de seguir, aunque por momentos hay algunas conversaciones brillantes, memorables y otras no tienen sentido. Las actuaciones decaen con Corin Farrell y Jud Law, se siente la ausencia de Ledger y de cómo ello afectó a la continuación de la película. Pareciera como si se hubiera entrado en una total confusión y el final se desenlaza de forma ininteligible. A mi me ha gustado de todas formas. Es un tren de locuras. Siempre es una placer escuchar las historia de este hombre que piensa no tanto como un cineasta, sino como un pintor de cuadros-imágenes- en movimiento. Lo cual es lo mismo, pero no tanto...

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