sábado, 13 de octubre de 2007

El ingreso del psicoanálisis en la Argentina de Masas

Entre los frecuentes fenómenos señalados como originales de la Argentina se cita comúnmente, no solo la amplia oferta de la terapia psicoanalítica, sino también la necesidad de consumirla, de "psicoanalizarse", hecho que es más específico aún, en tanto se homologa a una corriente de la psicología con la psicología misma.
Nico, fervoroso detractor del psicoanálisis, me relataba una anécdota de Tato Pavlosky, quien encontrándose dictando una curso de actuación en España preguntó a sus alumnos cuántos de ellos asistían a terapia, acostumbrado a que en su alumnado argentino era habitual, descubriendo que solo uno se psicoanalizaba, este era Argentino, al igual que psicólogo.

A propósito de este tema me encontré con un texto bien interesante de un historiador del psicoanálisis, Vezzetti, titulado "Las promesas del psicoanálisis en la cultura de masas" editado para la colección Historia de la vida privada en la Argentina.
Vezzetti estudia el período comprendido entre los años 1930 y 1960, como antecedente a este fenómeno que referí anteriormente. Para este autor el psicoanálisis en nuestro país no ingresa como una teoría o una práctica revolucionaria, sino como psicoanálisis de divulgación y en tanto respuesta a cambios sociales en la moral y los comportamientos sexuales que entran en conflicto con la tradición. Este artículo reflexiona acerca de la instalación de la figura popular del psicoanalista en reemplazo del antiguo higienista. Esta nueva figura aparece contestando en las revistas las inquietudes de los lectores e implica, para Vezzetti, una doble novedad: en tanto inaugura la posición de un experto y un nuevo polo de enunciación de un discurso de intimidad sentimental; asimismo, un sujeto de enunciación distinto, el de los lectores, un yo sentimental distinto al que respondía a funciones naturales, para Vezzetti, no cambiaron tanto las subjetividades sentimentales, sino las condiciones de enunciación: la confesión, el hacer públicos los sentimientos y deseos, y cierta uniformización de esa experiencia en base a una construcción social. Es decir, el consultorio del psicoanalista adquiere carácter original y masivo en la Argentina a través de las revistas. La primera es Jornada, en la cual se publica una columna firmada por "freudiano", quien responde a la exposición de deseos y el alma, apareciendo como una suerte de descifrador y confesor. Vezzetti demuestra el carácter normalizador del psicoanálisis de masas al desarrollar como preguntas respecto a la moral, la familia y las obligaciones, freudiano responde como un "higienista" de los valores y las instituciones tradicionales; mientras que respecto a temas vinculados con el amor y el deseo, de forma moralista ¿qué cambia entonces? Justamente el reconocimiento público de esos deseos antes silenciados y la individualidad de quiénes los exponen. Éxito sustentado entonces, como homologará Plotkin con el peronismo, a la articulación y formulación pública de experiencias que hasta ese momento se reservaban al ámbito privado o a la intimidad de cada una de las personas.

En la década del 40, aparece otra revista cuyo título es muy sugerente: Viva cien años!, es una mezcla de nuestra Viva de Clarín, Muy Interesante y alguna del doctor Cormillot. Pero no, se trata de una publicación de "higiene y medicina familiar" que comenzaba a darle entidad a la importancia de los afectos y al malestar psicológico . En este caso, señala Vezzetti, se produjo un desplazamiento de la moral a la psicología, más bien de impronta de lo que se denominará psicología cognitiva, siendo el tema central el carácter (y no los deseos o impulsos eróticos) y la personalidad para luchar por la vida y una concepción afectiva de los lazos familiares. Responde también al paso de la familia eugenésica a la psicológica. El psicoanálisis para entonces es más que una disciplina de conocimiento fue, en términos foucaultianos, una tecnología del yo, dice Vezzetti, que le daba a los sujetos cierto lugar activo para exponer sus malestares.

Finalmente habla de la revista Idilio, antecedente de Mía, Tuya (versiones ñoñas de Cosmopolitan). Si para Viva cien años la mujer debía preocuparse por sus deberes con la maternidad y la vida conyugal, la mujer de Idilio se vincula a partir de los afectos y la aventura del amor. La felicidad ya no aparecía ligada a la razón doméstica (aunque esto se haya modificado más profundamente en los 60´), sino a cierto modelo de éxito: tener novio, casarse y trabajar, desde un encuadre aparentemente “científico” y una moral tolerante con las fantasías y deseos, aunque no por eso menos normativo.
De las conclusiones de Vezzetti podemos visualizar algunas continuidades a partir de las condiciones de origen e instalación del psicoanálisis en la argentina de masas, entre las que yo destaco están:

1) la instauración en la cultura de un saber divulgado que estabiliza, en períodos de crisis de la tradición, a partir de dar respuestas y explicaciones con cierto certificado de cientificidad a los malestares y la vida amorosa.
2) La instalación como ciencia de lo sexual y de la vida erótica, incorporando a la familia. Vocera de una nueva higiene familiar abordada desde la narración del sujeto y del drama íntimo.
3) Feminización del consultante ( que Vezzetti lo asocia con la actual abrumadora presencia femenina en la carrera de psicología) para él relacionada con el paso de la familia tradicional a la psicológica basada en la edipización, pero fundamentalmente haciendo eje en el binomio madre-hijo, sobrecargando a la mujer con el peso de la hiperemocionalidad, despreciando su propio conocimiento de sí, autopercepción e identidad ligada a la vida laboral, social, y que la modesta revolución sexual en la argentina de los 60´ no revirtió.
4) Finalmente algo que no es muy original por cierto, pero que cabe señalar: el psicoanálisis en la argentina supuso el efecto ambiguo de emancipación del sujeto y disciplinamiento del alma.

Habiendo tanta oferta y demanda, tanto mercado, hoy por hoy, es difícil pensar en el carácter emancipador de la empresa psicoanalítica, como dijo Foucault, ya en esos tiempos tuvo un papel restaurador de las relaciones de poder, como práctica, a través de la normalización; en estos momentos el desafío es estudiar no la cura psicoanalítica como develamiento, como la posibilidad de expresión pública de un discurso de intimidad, sino como un juego estratégico entre dos personas que hablan, donde uno se calla y cuyo silencio estratégico es tan importante como el discurso.

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