sábado, 27 de octubre de 2007

Sinfonía Vietnamita: una mirada diferente de la Guerra de Vietnam

La guerra de Vietnam, la más larga de los Estados Unidos, generó una gran cantidad de material cinematográfico. Así, este dramático hecho histórico, fue representado en películas argumentales que van desde la maravillosa Apocalypsis Now de Francis Ford Coppola hasta Rambo: First Blood Part II de George Pan Cosmatos. Asimismo, una gran cantidad de documentales producidos entre los años 1965 y 1993 reflexionaron sobre el impacto histórico de este conflicto bélico haciendo hincapié en la oposición de los jóvenes norteamericanos a participar en la guerra, la intervención del movimiento pacifista en la crisis interna de los Estados Unidos, en la particularidad histórica de las guerras de liberación nacional, la utilización de la guerrilla y las estrategias de Ho Chi Min para la lucha y resistencia a la ocupación territorial, los efectos traumáticos para la sociedad estadounidense, la propaganda y la manipulación televisiva en Norteamérica, entre los ejes temáticos más importantes.
Durante más de diez años hubo un silencio al respecto. Sin embargo, en el marco de la Tercera Muestra Internacional de Cine Independiente realizada en la ciudad de Mar del Plata entre el 20 y 29 de octubre, se proyectó un nuevo documental sobre el tema. En virtud de que el cine habla de la sociedad que lo produce más que del hecho histórico que evoca, como afirma Pierre Solin, y ante la ruptura de ese mutismo o desinterés acerca de este conflicto que sensibilizó profundamente a la generación de la década del 60´y del 70´, nos pareció interesante reseñar esta relectura, efectuada además desde una perspectiva muy diferente y con un material documental revelador.

Antecedentes

Al momento de referirnos a las películas abocadas a la Guerra de Vietnam, son muchas las que deberíamos reseñar para entender el profundo debate y de qué manera afectó este conflicto a la sociedad Norteamericana y al mundo por esos años. Solo señalemos, a modo de introducción, algunas de ellas. Con excepción de Le ciel, la terre de Joris Ivens y los trabajos de Santiago Álvarez (Hanoi y Hoa Bhin), el resto de los filmes sobre el tema, todos ellos de origen estadounidense, son agrupados por Caparrós Lera en dos tipologías argumentales: Por un lado, las que tuvieron como eje a los veteranos de la guerra de Vietnam, su reincorporación a la sociedad, su vida privada y los efectos en la sociedad estadounidense. Por otro, los filmes de acción, que grafican la guerra, justifican la acción bélica, junto a películas que tratan la venganza por el fracaso y la frustración que significó la perdida de la guerra.

Es fundamental citar a Boinas verdes (1968) de John Wayne y Ray Kellogg de tono propagandístico y corte militarista, Taxi Driver (1976) de Martin Scor-sese, Hoa- Binh (1969) de Raoul Coutard también propagandística pero a favor del Vietcong, Los visitantes (1972) de Elia Kazan quien denuncia a través del personaje de un jóven ex combatiente el efecto traumático de la tragedia de My Lai. A pesar de la llegada de los demócratas al poder, aparece una película como El cazador (1978) de Michael Cimino que analizaban los efectos psicológicos de la contienda de Indochina sobre tres jóvenes obreros, hijos de inmigrantes, oriundos de Pensilvanía, y cuyo argumento implícito culpaba a los guerrilleros del Vietcong. Por esto mismo El Cazador generó la oposición y denuncia de su discurso de parte de organizaciones de izquierda.

Siendo finalizada la guerra en 1973, y luego del éxito alcanzado por El Regreso y El cazador, el lanzamiento de Apocalypsis Now en 1979 fue un síntoma para la sociedad estadounidense, con su Palma de Oro del Festival de Cannes y las dificultades que debió atravesar para ser estrenada. Como afirmó en aquél año Michel Marmin “Este film demuestra sobradamente que la guerra de Vietnam sigue siendo en Estados Unidos un tema que o paraliza o hace perder la cabeza”. Esta no fue sin duda la mejor representación cinematográfica en términos históricos, aunque sí un hito en la historia del cine. Sin embargo, aún hoy es considerada “la” película acerca del tema, siendo que su crítica no es únicamente al conflicto con Vietnam, sino a la guerra de forma general, a partir de mostrar las miserias de la condición humana, sin terminar de asimilar el hecho histórico que se diluye en la expresión artística que el propio Coppola se propuso y que resume de la siguiente forma “En este film decidimos exponer lo que los norteamericanos hicieron realmente en Vietnam. Y creo que en esa descripción llegamos demasiado lejos. En el corazón de la jungla, rodeados de técnicos, equipos y dinero, nos volvimos locos y, sin embargo, el film continuó realizándose a pesar de nosotros, incluso sin nosotros”. Lo que Coppola también manifestó proponerse con esa película fue poner al descubierto la hipocresía que sustentó la guerra de Vietnam y, de forma más general, acerca de la ambigüedad moral, relativizando de alguna forma al bien y el mal y, por eso mismo, rozando la imprecisión ideológica al momento de posicionarse respecto del conflicto.
La presidencia de Reagan enmarcó un grupo de producciones entre las que se destaca Rambo, como reivindicación de los soldados héroes norteamericanos. Un tiempo después aparecieron dos filmes polémicos, por un lado, Platoon (1986) de Oliver Stone (quien participó de la guerra) que se constituyó en uno de los más controvertidos filmes antibelicistas, ganando cuatro Oscar de la Academia. Por otro, La chaqueta metálica (1987) de Stanley Kubrick, que denigraba, humillaba y despersonalizaba cínica y brillantemente a los marines norteamericanos.

Ya bajo el gobierno de George Bush padre, se destacan Good Morning Vietnam (1988) de Berry Levinson, pero fundamentalmente Nacido el 4 de julio (1989) de Oliver Stone, a partir de la cual se denunciaba los efectos traumáticos de la guerra por medio de la narración de la historia líder pacifista Ron Kovic, de forma cruda y panfletaria. Esta película, sin embrago, artísticamente “consigue aproximarnos al caos que produjo esa denunciada guerra en la conciencia norteamericana y la crisis de identidad que surgió después en la juventud. Y este film pone como punto final a una temática cinematográfica que se nos ha servido en las pantallas por vía contundente y subjetiva, reflejando la mentalidad de una nación- como decía Kracauer- de forma más directa que cualquier otro medio”.

No obstante, la última gran película sobre la guerra de Vietnam, fue realizada una vez más por Oliver Stone, y lanzada en 1993 bajo el nombre Heaven and earth, cuyo guión se escribió en función de las autobiografías de la vietnamita Le Ly Hayslip. El trabajo combinado de la autora y el director resumía el discurso del perdón y quizás, por esto mismo, disminuyó el carácter crítico de Stone, incluso a pesar de la continuidad de su crudeza expositiva.

Un breve comentario sobre el cine documental

En la nota de presentación de los documentales en competencia en la Tercera Muestra Internacional de Cine Independiente, José Miccio señala que el documental está de moda y este acontecimiento es para él una de las mejores noticias en tanto “una nueva reescritura de la historia está teniendo lugar”. Lejos de considerar al documental como producciones historiográficas, es indudable que participa de la renovación mientras simultáneamente hace historia, en tanto constituye un documento valiosísimo y “abre perspectivas nuevas sobre lo que una sociedad confiesa de sí misma y sobre lo que niega. Pero lo que deja entrever es parcial, lagunario y sólo resulta útil para el historiador mediante una confrontación con otras formas de expresión” . Sin embrago, el cine histórico no debe ser confundido con el cine de ficción, a pesar de que de alguna manera toda película es histórica. El género documental es mucho más conciente de su cometido histórico, no es tan claramente un lapsus revelado por la cámara como ocurre con el cine argumental y de ficción. El documental se expresa más claramente en el campo de las expresiones y debates ideológicos, aunque la historia que cuenta el cine se coloque junto a la historia oral y a la escritura como dice Rosentston.

La confluencia entre historiografía y cine se expresa también en lo que Miccio define como una nueva forma cinematográfica, refiriéndose concretamente a los documentales narrados en primera persona. La perspectiva microhistórica, de hechos localizados o narrados a través de un testigo o personaje, incluso en algunos casos entremezclando historias y ficciones, fueron la tendencia que predominó, de forma no premeditada, en la selección de documentales que compitieron en diversas categorías en el evento. Uno de ellos, a pesar de no encontrarse en la categoría documental, es Sinfonía Vietnamita (Vietnam Synphony, 2005), de origen australiano, dirigido por Tom Zubrycky, ganador de la Concha de Plata en Mumbai Films, Festival for Documetary, shorts and Animation y Mejor Sonido en AFI (Australian Film Institute).

Sinfonía Vietnamita

El 8 de marzo de 1965, desembarcan en las playas de Da Nang 3500 marines. Estas eran las primeras tropas regulares norteamericanas enviadas a Vietnam.

En junio Washington informaba que la intervención estadounidense respondía a un cambio de estrategia, pero las dudas sobre la conveniencia de esto mismo se percibían en el ambiente. La mesa de negociaciones y campaña de pacificación propuesta a Vietnam del Norte fracasa.

Así, dos meses después comienzan los combates en Saigón y la aplicación de la Operación Starlite que consistía en la utilización de fuerzas con enorme potencial de fuego con el objetivo de diezmar, de forma rápida y eficaz, las denominadas “concentraciones comunistas”.
Para diciembre de ese año había en Vietnam 184.300 soldados norteamericanos y millones de estadounidenses se manifestaban en contra de la participación en la guerra.

Hanoi fue una de las ciudades sobre las cuales se intensificaron los bombardeos. Ese es ese escenario en que se inicia Sinfonía Vietnamita, filme que narra a través de los testigos que sobrevivieron e increíbles imágenes de archivo en blanco y negro, como a raíz de estos hechos, los estudiantes y profesores del Conservatorio Nacional de Música de Hanoi se trasladaron, a modo de refugio, a un poblado cercano para poder continuar sus estudios en medio de la profundización de la guerra.

Los documentos fílmicos son muy valiosos. Revelan el traslado en carretas de los instrumentos, la recepción de los campesinos, extrañados e incómodos, y de qué manera las circunstancias consolidan lazos de solidaridad e identidad. Reconocemos a los jóvenes protagonistas, que paralelamente relatan los hechos, tomando clases de lenguaje musical o tocando sus instrumentos frente a los profesores, en aulas construidas bajo tierra. Aparecen allí cavando y estudiando, resistiendo. Simultáneamente, en la actualidad, ya adultos, denuncian ante la cámara el hambre, el miedo, el constante sonido de los aviones y los bombardeos, del que la música los refugiaba.

Un momento inolvidable es la visita de Ho Chi Min a la aldea y la actuación de una cantante popular que da un show a los soldados durante su descanso. Las imágenes sobre uno de los bombardeos más dramáticos a Hanoi, forman también parte de este conjunto de archivos que no cumplen una función meramente ilustrativa. Explican y otorgan más realismo a la reconstitución histórica de estos marcos retraídos a la comunidad, que excluyen en parte a la historia total y a la política. Quizás, para quien no conoce sobre el conflicto o no vio la filmografía específica, algo se pierde o los documentos no ejercen el mismo impacto emotivo e histórico. Por el contrario, la apuesta a la sensibilidad está puesta en la música, en el tono confesional y testimonial.

A Tom Zubrycky no le interesa tanto pronunciarse sobre la guerra de Vietnam. La cámara se detiene en los personajes y en sus conflictos, en sus hogares y en el poblado, la pervivencia de las distancias y realidades sociales. Con el relato, los testimonios y la edición, el director expresa la diferencia entre estos niños virtuosos y los campesinos, incluso de sus destinos. En la actualidad, muchos de ellos son personalidades de la música, bien vestidos, hablan a la cámara desde departamentos céntricos y modernos. Los pueblerinos en cambio no son protagonistas y permanecen allí en dónde nacieron. Sinfonía Vietnamita da cuenta de que el proceso histórico no ha modificado sustancialmente sus vidas, siendo tan partícipes como el resto, parecería que la historia les dio la espalda. El poblado ha crecido, pero no ha variado sustancialmente. Un anciano, que casi ha perdido la vista, está orgulloso de que su hijo estudió música en vede unirse al ejército, de lo contrario en la actualidad- como tantos otros, al menos los que sobrevivieron- tendría “sus pies y sus manos sucias”, es decir, seguiría siendo un campesino.

Como vemos, se invierte el lente de la cámara, no solo hacia la experiencia vietnamita, sino también al universo privado de los protagonistas de esa historia. Por esa razón no aparecen, como en los filmes norteamericanos, la corrupción de la conciencia, la exposición de la crueldad, la violencia y el sadismo, junto a la denuncia antibélica. No hay pronunciamiento sobre los soldados norteamericanos, aunque está presente el discurso del perdón en los testimonios, resumido también en la figura del hijo del protagonista, quien se habría casado con una mujer australiana y que a pesar de haber estudiado Chelo como su padre, se dedica al jazz y a conducir un programa televisivo al mejor estilo norteamericano. En ese sucesor aparece de otra forma la problemática, la generacional. El director historiza, a través del mundo privado de los protagonistas, la necesidad de las nuevas generaciones de establecer una relación con el pasado de sus padres, poniendo al descubierto la afectación generacional de larga duración, los efectos de la guerra en sus vidas, en la de los habitantes de la aldea y mostrándonos también una imagen del Vietnam actual. De cualquier forma, nos quedamos con ganas de algo más, con el deseo de un estrechamiento de vínculos entre ese valioso material y la historia, algo que indefectiblemente obligaría a arriesgar una posición más comprometida respecto a un hecho histórico tan controvertido como la guerra de Vietnam. Pero este no es el propósito de Zubrycky.

En ese sentido, Sinfonía vietnamita tiene valor en tanto la mirada del realizador acerca de Vietnam en la actualidad y como reconstitución histórica del hecho enmarcado en la guerra, aunque no tanto sobre el conflicto bélico en sí mismo, contextualizado histórica y políticamente. Así, esta relectura desde una perspectiva microhistórica y testimonial, es también un evidencia interesante de nuestros tiempos, de cómo piensa su pasado cierta sociedad, la Australiana (que también participó de la guerra) y la Vietnamita. Este es un recurso tan válido como cualquiera y por demás interesante. El material de archivo visual y audible es exquisito. De forma general, quizás es necesario que los documentales, sin volver a los registros oficiales, vuelvan a abrir los planos- como propone Miccio- y dialoguen un poco más con la historia política.

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