martes, 13 de noviembre de 2007

Alegrías

Durante cuatro inviernos, y digo inviernos porque la sensación de haber hibernado es una imagen bastante ilustrativa de cómo me sentí por esos tiempos, guarde una secreta esperanza, no el triste reflejo de la esperanza, ese mono que se rasca sobre una mesa y tiembla de frío, como ilustra Cortazar, sino la ilusión de ganar una guerra imprecisa. En algún momento fue más fuerte la necesidad de formar parte del ladrillo de cristal en el que estamos todos metidos. La necesidad, en la cultura, en la política, en la vida, lleva a intentos desesperados, a lo que tuve que oponer cierta voluntad de poder. Yo nada sabía de eso que llaman realidad, quizás un poco, tan poco como para sospechar. Todavía oía los latidos ahí dentro. Pero de dónde sacaría la fuerza para romperle la cabeza a ese mono que me asechaba, destruir las paredes y abrirme paso como aconseja el cronopio, o Julio o algún fama, no importa. Pequeños nacimientos. Quizás necesitaba mezquina y genuina ayuda. Es probable también que buscara una explicación. No es fácil vivir sin esas arañas que trabajan día y noche. Pero la sensación de carecer de estructuras endebles sobre las que reposa todo un imaginario imperativo es una novedad, una experimentación cotidiana, pero jamás un estado acabado que podría conquistarse, y mucho menos una posición eterna ante el mundo. De cualquier forma, no es justo hacer de esa limitación un nuevo juicio de Dios, No me juzgo por esos cuatro años en que debí (o mejor dicho me salió) tomar caminos alternativos, de los que mucho aprendí, que me permitieron pensar.

Advertí que positivamente cierta herejía, producto de las contingencias y de cierta actitud, tuvo efectos insospechados que no dejan de sorprenderme, desde entonces, no he creído en todo lo que me contaron del mundo- el mundo es incontable- no hice ni la mitad de las cosas que había planeado, hice otras, fui otra, y muchas, no del todo coherentes por suerte, fui e hice unas que no estaban en los cálculos, o algunas otras que había olvidado que deseaba, por ese entrenamiento de la memoria del deber. Sufrí por esto, pero me resistí con gusto, a carcajadas incómodas de los ensayos de respuestas a lo que estaba sucediendo y sin siquiera discrepar sin apuros. Todavía no entiendo por qué se dieron así las cosas, ensayé muchas explicaciones propias, unas que ya he abandonado, que jamás retomaré. Por el contrario, ha sido más gratificante sumergirme en un discurso desordenado, y desde allí empecé a no entender nada y a no poder. Entré en crisis con el relato histórico, por tanto, con mi carrera. Esto dificultó las cosas. Representé la parodia del aguafiestas que faltaba sin aviso al ritual de la batalla. Todas estas cosas fueron y son de una originalidad maravillosa en mi vida. Sin embargo, fue importante recobrar la fuerza propulsora del tedio, pero más importante aún la del amor, en general, y la del amor por la historia, en particular, su dimensión política, una posición ante el mundo, la de un sentido. La felicidad total no existe, tampoco la infelicidad absoluta, existen momentos, y ayer, cuando sortee la barrera que me impedía reencontrarme con la historia, con mi carrera, cuando pude rendir la bendita Argentina, librar una de esas batallas, no me importo “el ser” (profesora, graduada, o lo que sea…), sino lo que esa hermosa sensación de triunfo y libertad ( algo que para mi se corresponde con esos temporales estados de alegría) hizo del cuerpo y el espíritu.

1 comentario:

  1. Sin duda, de todo esto entiendo que, como bien reamarcaste vos en varios mails que intercambiamos, esto de la entropia entre nosotros me entra a dar como cierto panico.
    Recuerdo un post en mi blog, una foto tuya, de hace dos años, super rockera, y en ese post decía que en ese momento empezaba el resto de mi vida, y que aparte estaba viviendo el comienzo y final de una etapa de tu vida. Ahora, a dos años de aquella foto, la marranada de la realidad, que como todos sabemos es un grato invento de algun departamento represor de nuestro cerebro, nos acerco a pocas cuadras de un merecido abrazo post batallas, pero como bien decia, la realidad indicaba que mi llegada a Mar del Plata se daba en el marco de estar trabajando para Pez, o sea, para otros, o sea, tenia que trabajar. Una verga, porque la verdad que si, que era ademas tu cumpleaños y que yo recuerdo, porque a veces si me pasa que me acuerdo, que la ultima vez que nos vimos fue para mi cumpleaños y que entonces te habia dicho que ibamos para alla para el tuyo. Marrana cuestion eso de trabajar, ya te he dicho lo bien que me ha hecho dejar a un lado los problemas del sistema para concentrarme en mi vida, y que a eso queria llegar, que viste que bueno es, no digamos hacerse cargo, pero es que es eso, hacerce cargo, pero no es de un tipo, como vos decis, para ser profesor, graduado o lame ortos matriculado, si no por la epifania misma de darse cuenta que es lo que demonios ama, cual era el Dios motor, el, en algun sentido, el sentido de la vida, que al fin y al cabo no tien mas sentido que el sentido que uno le da a la realidad, que en definitiva si es una fantasia, por qué no hacer la fantasia que a uno mas le gusta, no?.

    Abrazo virtual, que es lo que nos queda, a sabiendas, y sin necesidad de decir, que estos 0s y 1s no son ni en pedo, el abrazo que es en realidad.

    Besos

    Rodrigo, más feliz que la mierda, ahora que el mundo funciona

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