sábado, 5 de septiembre de 2009

Violencia mediatizada


El cuerpo y sus sentidos padecen y producen sensibilidades y marcas históricas. Cuando no podemos interponer nada a esa violencia y nosotros, el cuerpo es lo primero que se antepone entre estas fuerzas, imposiciones o dominios y la espiritualidad.
A menudo creemos que el cuerpo es la piel, los músculos o la estructura ósea, más frecuentemente nos lamentamos por el padecimiento de los órganos que chillan fuera de nuestro campo de visión y que manifiestan sus dolencias sin que podamos racionalizar con facilidad la procedencia de la violencia que los afecta y los irrita.
Parece, sin embargo, que se naturalizan los efectos que produce el ejercicio de ciertas fuerzas sobre nuestros sentidos y, consecuentemente, en la producción de subjetividades, especialmente por la saturación y direccionamiento de la vista según pantallas, luces e imágenes que entrenan sentidos históricos de la mirada y una suerte de exceso de ruido, música, sonidos y palabras.
El silencio resulta insoportable en nuestra sociedad. Se padece una suerte de necesidad de hablar sin escuchar, de expresar opiniones, explicarlo todo, confesar quiénes somos, qué música escuchamos y cuál es nuestra identidad. Creemos que esto es una libertad conquistada y no un producto de imposiciones y requerimientos que refuerzan lo que pensamos, nuestros prejuicios y convicciones. Libertad valorada que produce violencias o nos expone a ellas, mientras a la vez devalúa al silencio entendido como la manifestación de un dominio, cuando pueda ser quizá una forma de resistencia.
El Otro silencioso se vuele un objeto de violencia del sí mismo estimulado por el placer de su continua reafirmación a través de esa relación en la que el Otro actúa como televisor, espejo, pantalla, etc…ante el que se reacciona, se lo invade o se lo fuerza a escuchar y ver lo que soy, creo o me pasa, de mis logros, mis contactos, la cantidad de trabajo que tengo, mis hobbies y sentimientos, sin que nadie haya solicitado si quiera esa comunicación o interés por toda esa información personal. Poco espacio queda entre los hombres para hablar sobre el mundo.
Se reproduce en todo aquello una suerte de humillación y dominio que se presenta como inocente y natural. En un colectivo algunas personas fuerzan al resto a escuchar su música volviendo al individuo en cuestión en el protagonista de un video musical y propietario del espacio sonoro del lugar público. En un café mientras nos comemos una medialuna y no podemos fumar, debemos suspender nuestra charla porque no es posible eludir enterarse con detalle del cierre de un negocio que acaba de realizar el señor de la mesa contigua. En una reunión de amigos alguien deberá encargarse de que nunca se produzca un silencio incómodo para que la fiesta no decaiga. Algunas personas que no vemos nunca o cruzan la calle para no saludarnos invaden nuestra casilla de correo para contarnos por diversos medios virtuales sus viajes, logros o nuevas adquisiciones.
La relación entre el hombre y la máquina, la violencia que en ella se expresa y que recibe nuestro cuerpo, quizá nos diga algo sobre las relaciones sociales en nuestra presente.
Pintura: "Hablar" de Erika Madrid

2 comentarios:

  1. ey! muy bueno ile. quería agregar que a menudo creemos que nuestro cuerpo es la apariencia física, su "aspecto". (en lugar de lo que puede por ejemplo).
    El "silencio" dejó de ser valorado, es verdad, a pesar de tanta moda zen, el silencio y la ausencia de imágenes. "Soomos latinoos/ y te ievaré a conocel mi barrio (latinoo)". (no sé qué tiene que ver, pero... imágenes). Pero es verdad además lo de la agresión de los ruidos, no es que hay ruiditos, a pesar de pertenecer a una sociedad que se mueve al son de murmurados trascendidos.
    "Poco lugar para hablar del mundo", qué triste y qué bella reflexión.

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  2. Una especie de murmullo anónimo, como el que describe Blanchot, que no puede ser escuchado por el ruido. Supongo entonces que a ese espacio para hablar del mundo es preciso recuperarlo, con silencios e imagenes, otras miradas, nuevos pensamientos y la potencia de los cuerpos.

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